COVID-19: ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?


La pandemia nos sorprendió a todos y cada uno desde su ámbito tuvo que amoldarse a las nuevas disposiciones del PEN. Todos debimos aprender forzadamente, a quedarnos en casa o a colaborar según el área de trabajo. Con errores y aciertos todos empezaron a poner el hombro pero… la experiencia del viernes 3 de abril, será recordada como “la bisagra” de la pandemia.
Fue el día que el sector más vulnerable debió salir a la calle por una sencilla pero poderosa razón: cobrar sus magras jubilaciones. Y la improvisación, el destrato, la desconsideración de un sector que jamás perdió, los bancos, sin ponerse colorados abrieron sus puertas como si regresaran de vacaciones.
Y el caos levantó millones de voces  descontentas y provocó la reacción del presidente de la Nación que dispuso se atendiera sábado y domingo exclusivamente a ese sector. Y en cada lugar, surgieron ideas solidarias para acompañar a los abuelos.
En ese marco, personal municipal trabajó a destajo para hacer menos dura esa espera, con el aporte de sillas plásticas y termos con café o té.
Un buen gesto que permite ilusionarse con una respuesta al título de esta crónica… “yo vengo a ofrecer mi corazón”…
 Foto gentileza de: diariotextual.com

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