La estigmatización del diputado Espartaco Marín por algunos medios de comunicación y alguna ONG, por un hecho que protagonizó el fin de semana en que se habría comprobado conducía con un índice de alcohol en sangre superior al permitido, habla a las claras del manejo político del episodio, que recuerda en parte a aquel sujeto demorado en Buenos Aires con su tabla de surf en el techo de su camioneta.
Ya nadie recuerda su nombre, aunque sí seguramente su
imagen, que ocupó todas las pantallas y tapas de diarios porteños en un hecho
que motivó el desagrado y la condena social, que distrajo de la gravedad de la
pandemia que lentamente se cernía sobre la región, mientras todos debían
amoldarse a los términos de un inédito DNU.
Y considerarlo un hecho político, es precisamente porque
su protagonista es un diputado (PJ), que no todos condenan, porque reconoció su
error públicamente y se hizo cargo de la multa, mientras que alguna ONG pedía
una pena durísima por las consecuencias en caso de un siniestro vial que por
fortuna no ocurrió.
A esta altura, algunos medios magnifican un hecho sobre
el que el común de la gente, ya tiene su posición tomada y no necesita de “sugerencias”
periodísticas para la condena, no sólo pública, sino instando la intervención
de la justicia.
Sin dudas, por ser un hecho político y con la proximidad
de los futuros movimientos internos y de renovación de bancas a nivel nacional,
hay sectores que festejan y se refriegan las manos en silencio por superar lo
que consideran un obstáculo.
Que el árbol no nos tape el bosque, porque hay otros
hechos mucho más complejos y graves que se producen en ámbitos oficiales y
privados que no son abordados con tanto ahínco.
Pobre Taco...un poquito no es nada
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