La Secretaría de Cultura convocó a “un festival de barriletes” para el 20 de junio, bajo la consigna “seguir imaginando y resistiendo imaginando al otro para empujar juntos y juntas”.
La idea es loable desde el punto de vista del rescate de
un divertimento tradicional, propio de los niños de las décadas del 50, 60 y 70
del siglo pasado. Pero los asesores de cultura, tendrían que haber tenido en
cuenta detalles del “por qué la época de
los barriletes” de antes, era el mes de agosto, caracterizado por sus vientos.
Si culturalmente queremos rescatar y sostener
tradiciones, deberíamos comenzar por hechos reales como la destreza para
realizar el corte de las cañas, el cruce de hilos de la estructura, el cálculo
de las medidas de los tiros y la preparación del engrudo, entre otras, tarea
que seguramente recaerá en algún abuelo.
Si bien el programa se desarrollará en el marco de las
disposiciones de la pandemia, resulta contradictorio porque necesariamente se
deberá reunir la familia para construir y remontar los barriletes, en un mes inapropiado
por el frío al que estarían expuestos los participantes... al menos, así se ve “del
otro lado”.
Llama la atención que nos prohíban circular en razón de las actividades privadas de cada ciudadano y a la vez , dicha restricción estatal sea inocua ante "actividades recreaticas gubernamentales ocasionales y contrarias a los fines de disminuir los cobtagios". El problema no pasar por escribir las normas, sino por borrarlas con el codo de los inoperantes.
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