La comunicación bien entendida, es la base del funcionamiento de cualquier gestión. Obvio que también puede ser mal entendida y sus objetivos diferir de los intereses de las mayorías. Un duro y oscuro ejemplo fue el funcionamiento de los medios utilizados por el nazismo, que en la actualidad se hallan mimetizados en todos los ámbitos, en pos de los intereses de quienes los manejan.
Pero un ejemplo práctico para cualquier pampeano y
seguramente se replica en cualquier ciudad del país, es el proceso de “mala
comunicación” entre organismos que deben dar una respuesta a los usuarios.
En el caso a abordar, se trata del servicio que presta la
empresa privada Oca, que distribuye las
tarjetas plásticas a los usuarios del Banco de La Pampa. Ante la complicación
para solicitar “on line” el servicio, un cliente se trasladó y realizó la
gestión “en persona”, superados los protocolos previstos por la pandemia.
La amable atención del personal de la institución
crediticia, culminaron con la confirmación que “en diez días recibiría el
plástico nuevo, que llevará la empresa Oca”. Pacientemente el cliente advirtió
que los diez días se convirtieron en casi 30 y “el plástico nunca llegó”.
Sorprendido advirtió en su casilla de correo electrónico
-información que sólo conocía el banco- que Oca le informaba que “el plástico
permanecerá en nuestras oficinas durante 5 días hábiles, y luego será devuelto
a la entidad emisora”. La realidad es que “la empresa” nunca concurrió al
domicilio a realizar la entrega.
Durante “cinco días hábiles”, “el cliente” intentó
comunicarse telefónicamente con Oca, para concurrir a retirar el plástico (a
pesar de la pandemia) pero… jamás respondieron el teléfono. ¿A cuánta gente le
ocurre lo mismo?. Se ve que algo no funciona pero, seguramente alguien cobra y
alguien paga por los servicios que no se brindan. Al menos… del otro lado, se
ve así.
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