No existe en el mundo expresión política que celebre un valor humano tan importante como la lealtad, solo nuestro país –Argentina- posee ese privilegio. Tan solo por ese motivo, su exclusividad debiera ser un acto de trascendencia superior, a la mera convocatoria de llenar plazas.
El 17 de octubre de 1945, una inmensa mayoría del pueblo trabajador,
manifestaba en las calles su lealtad al referente político que había sido
consecuente con sus aspiraciones y necesidades. Perón los había visibilizado
otorgándoles derechos laborales, sociales y políticos, más allá de las
proclamas incumplidas de otros espacios políticos de origen popular, que jamás
lograron concretaros por falta de fuerza o conveniencia propias.
A esa lealtad traducida en el voto popular, el líder de los trabajadores
correspondió con acciones tendientes a realizar “la felicidad del
pueblo y la grandeza de la patria”. Nunca antes habían sido de interés
político semejantes aspiraciones. Como si fuera poco, Perón sumó a la compañera
Evita en su estrategia de poder, un nexo genuino, un puente certero entre ellos
y el pueblo. Nadie como ella le aportó más pasión y convicción a la causa de la
justicia social en nuestro país, desplegada en una obra pública sin precedentes
en la Argentina de entonces.
Y pasó el tiempo... dictaduras y proscripciones mediantes, en el camino quedó
aquella armoniosa correspondencia de lealtades entre unos y otros. Cuando la
ambición desmedida, el lucro fraudulento y los egos personales entraron por la
puerta de muchas dirigencias políticas –no sólo del justicialismo-, la vocación
de servicio, el amor a la patria y la verdad salieron por la ventana. Quienes
traicionaron al pueblo con sus mezquindades transitorias, son los mismos que
hoy se pasan la pelota de la responsabilidad de unos hacia otros. La
infidelidad siempre tiene un costo destructivo y la paga el más débil.
Por ello, celebrar la lealtad es mucho más que llenar una plaza. La lealtad es
consecuencia entre lo que se promete y lo que se ejecuta desde la función
pública, es ejemplo moral, es responsabilidad en el manejo de recursos escasos,
es transparencia, es credibilidad, es profesionalismo, es crecimiento y
desarrollo humano con armonía y sin conflictos de clase; la lealtad es
fidelidad a una causa colectiva que nos identifique con lo mejor de la
condición humana, sin grietas posibles, con solidaridad y cooperación.
Estamos ante un cambio de época que requiere la concurrencia de nuevas
visiones, más acordes al sentido común y la necesidad de prácticas morales
superadoras. Las viejas recetas de la confrontación vacía y la rosca política,
no son hoy funcionales a las demandas de una sociedad harta de ser engañada,
desilusionada por aquello que no llega nunca y descreída de su dirigencia.
Necesitamos dirigentes que dirijan escuchando, con empatía y humildad.
Desde 1945 a la fecha el mundo sigue siendo injusto, cruel y violento. Esa
batalla por revertirlo no es patrimonio exclusivo de un sector. Nadie puede
lograrlo solo. Estamos ante una nueva confluencia de voluntades, capaz de
exigir la lealtad de los dirigentes hacia el pueblo que representan, con
acciones que mejoren su vida, porque esa misma lealtad que nos adeudan es la
paz y el fin de la crisis que nos merecemos.
*Silvio
Javier Arias
Prof.
en Ciencia Política
Excelente definición de lo que es el compromiso y la palabra empeñada para brindarles felicidad al pueblo.... de eso se trata Lealtad con los que sufren
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