DICTADURA LIBERTARIA O SOBERANÍA POPULAR *

OPINIÓN: 

Santa Rosa, La Pampa, 31 de agosto de 2023


 La profesión política como labor puesta al servicio del bien público, obliga a sus gestores a ser inexorablemente optimistas, a encontrar las soluciones necesarias para enfrentar el conflictivo devenir social. Porque aún en los escenarios más adversos, la dirigencia política debe afinar su sensibilidad para conectar con las demandas de sus representados, en procura de preservar derechos adquiridos, menguar ánimos alterados y evitar la disolución del entramado social, por parte de aquellos que pudieran confundir intencionalmente al electorado. 

  En cuarenta años de democracia ininterrumpida en la Argentina, la cuestión ideológica jamás estuvo tan necesariamente promocionada como hoy en la opinión pública. Lamentablemente no es el fruto natural de un proceso de evolución democrática, sino la consecuencia de un “olvido” de los partidos políticos tradicionales, largamente acostumbrados a triunfar electoralmente por herencia genética y no por la aprehensión popular lógico-doctrinaria que los identifica e individualiza en sus propuestas. 

  El voto joven a los libertarios, es el voto desinformado ideológicamente, estimulado por la imagen bizarra de un candidato autodefinido como no-político, una contradicción no advertida como peligrosa. Ese nicho electoral, servido en bandeja de plata por la inacción de los partidos tradicionales, se convierte en la verdadera estrella de éste largo proceso electoral en la Argentina. Esa “falla” táctica –altamente costosa- hoy se paga con confusión social, desinterés cívico y bronca contra la dirigencia política, recriminando desde la sociedad su falta de empatía, sentido exclusivo de pertenencia, corrupción y falta de humanidad. 

  El liberalismo es esa doctrina social, política y económica con más de doscientos años de antigüedad, nada original y responsable absoluta de como hoy funciona el mundo. Un mundo desigual, injusto, superficial, con fortunas obscenas concentradas en muy pocas manos, manipulando ampliamente todos los aspectos del resto de la existencia humana, hábilmente camuflada de buenas intenciones. A ese liberalismo “concentrador crónico del poder”, solo le interesa la libertad individual de los consumidores, desvalorizando a cualquier Estado de representación popular que busque la justicia social, el desarrollo humano con equidad o la protección soberana de recursos estratégicos nacionales.  

  Tilda de “casta” a la dirigencia política que desea eliminar –de la cual forma parte hace dos siglos y medio-, como otrora lo hicieran con todas aquellas fuerzas que se le opusieran a su mezquina manera de organizar el mundo. En nombre de la libertad individual para lucrar sin fronteras, acaparan el manejo total de tu vida, donde las injusticas, inequidades y exclusiones de cualquier índole deben ser naturalizadas y aceptadas sin restricciones. 

  Al liberal solo le interesa el “objeto consumidor”, por ello delega en el mercado la solución de las inequidades que pudieran surgir. El mercado se manifiesta como una entelequia irresponsable que deshumaniza el reclamo social, lo criminaliza y condena. Sin embargo hay que reconocerle un mérito a los libertarios de ocasión: la astucia de captar el hartazgo social ante la ausencia de respuestas políticas por las fallas del sistema democrático de representación, poniendo el dedo en sus llagas, en sus olvidos y falencias. 

  El problema de la Argentina y el mundo no son la falta de libertad, sino la injusticia, la desigualdad y la falta real de oportunidades no distribuidas, padecidas por una gran mayoría de la humanidad. De ellas no hablan los libertarios, porque al hacerlo deberían asumir su fracaso para solucionar problemáticas o achicar brechas entre los diferentes grupos que componen la comunidad. 

   El liberal es un conservador, orientado a no alterar el orden de beneficios impuestos de una minoría poderosa, para hacerla más poderosa aún. Para el liberal, las necesidades no son derechos y la distribución de oportunidades no es lucrativa, porque ninguna cotiza en ese escenario sin patria ni bandera en el cual desean vivir. 

  ¿Se imaginan a la Argentina sin moneda nacional, sin acuerdos políticos, sin consumo interno, con apertura irrestricta a las importaciones, sin industrias nacionales, con flexibilización laboral, salud y educación privatizadas, sin Banco Central, sin viviendas sociales, sin ciencia y tecnología, con una gestión centralista y sin equidad social? Esa es la mirada deshumanizada y anarco-capitalista del economicismo libertario, del sálvese quien pueda. 

   El mundo caótico que hoy padecemos, es el resultado –entre otras cosas- de la acción directa y amoral de ese liberalismo pernicioso que busca  eliminar derechos, elevar los beneficios de una minoría poderosa y mentir sobre sus verdaderas e inconfesables intenciones; empobreciendo a las mayorías. A la mentira liberal, hay que oponerle la acción política real, empática, formada y generosa de aquellas fuerzas políticas que propenden a dignificar la condición humana. Habrá que seguir militando y trabajando mancomunadamente de cara a octubre, diferenciando entre la visión libertaria privada de humanidad y la visión humanista de un proyecto colectivo, integral, soberano, pacífico, justo, perfectible, verdaderamente original e inclusivo.   


Prof. Silvio J. Arias

Asesor Legislativo

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