Lolo llegó a casa de cachorro. Lula quería un caniche y Lolo, solo era un callejero negro, peludo y simpático que rápidamente se ganó el afecto de todos.
Era de buen carácter pero defendía su territorio con bravura, a la vez que recibía el afecto de su dueña a
quien acompañaba en los recorridos del barrio. Se puede decir que eran inseparables, porque si Lolo estaba fuera de un comercio, significaba que Lula estaba adentro comprando algo.
Fue una verdadera historia de amor entre Lula y su mascota. Una historia con tremendo final.
Una tarde de octubre de 2017 Lula volvía del centro. Bajó del colectivo y caminaba hasta su casa donde la aguardaba Lolo, pero ocurrió lo absurdo... mientras caminaba por un costado de la calle porque la vereda estaba intransitable por los yuyos, apareció un animal a bordo de una moto, circulando en contra mano, la embistió desde atrás y comenzó el calvario...
Doce días duró la agonía de Lula internada en Terapia Intensiva. Su entorno era angustia, bronca y esperanza, pero nadie reparaba en Lolo que buscaba con desesperación a Lula y sospechaba que algo no estaba bien. No la veía y la angustia y el dolor que percibía en la casa, no era buena señal.
El 5 de noviembre fue un día fatídico, esa madrugada fue la partida definitiva de Lula... y Lolo lo supo. Lo percibió en los llantos en todos los rincones de la casa, en los vecinos que apreciaban a la familia. Fueron horas muy duras y nadie se ocupó de Lolo, a pesar de que todos lo querían, nadie reparó en su dolor y en la búsqueda que emprendió solitario.
Al cabo de unos días, todos se preguntaron dónde está Lolo??? Nadie sabía, ningún vecino lo vio y muchos lo buscaron sin resultado. Pasó el tiempo y el dolor de la pérdida fue doble... ya no estaban Lula ni Lolo. Si bien la partida de ella tenía un injusto motivo, nadie se explicaba la desaparición de Lolo.
Transcurrieron seis meses y un gélido día del mes de junio, mientras me dirigía al centro de la ciudad, veo que integrando una jauría que caminaba por una vereda de la avenida Luro hacia el sur, iba un perrito muy parecido. Detuve la marcha, baje del auto y tímidamente grité Lolo!!! Todos siguieron pero él se detuvo y permaneció quieto como reconociendo la voz. Con emoción volví a gritar Lolo!!! con toda mí fuerza y él, giró me vio y gimiendo vino a mi encuentro. Nos abrazamos y lloramos juntos... Lo subí al vehículo y regresé a mi
casa. Al verlo mis nietos festejaron el regreso.
El interrogante sin respuesta sobre dónde estuvo Lolo ese tiempo, lo comprendí cuando comprobé que ese grupo de perros, sus amigos, viven en el cementerio donde está la tumba de Lula.
Han pasado varios años y Lolo es mí amigo inseparable que acompaña mis caminatas en el barrio. Es la muestra cabal de la fidelidad de un amigo con todas las letras. Ya tiene 13 años y si como dicen, cada año de la vida de un perro representa 7 años de un humano, es más adulto que yo. Tal vez es real la frase que dice "el perro es el mejor amigo del hombre".
Quique Mario.
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